Mujer caminando / créditos : Dustin Dagamac on Unplash

Te quiero pero me voy : carta de una viajera adicta

« Partir es morirse, un poco. Seguir el viaje, quizás sea renacer. »
(Jacques Renaud)

Te quiero pero me voy.

No es la primera vez que te prometo quedarme, trabajar, guardar mi mochila hasta las próximas vacaciones. No es la primera vez que regreso con la promesa de no dejarte, nunca más. No es la primera vez que mis promesas son sinceras. Vanas. A pesar de todo me voy. Una vez más.

Sabes, lo intenté. Intenté cumplir mis promesas. Estudié, busqué pega, pagué un arriendo y hasta me hice amiga de la panadera. Intenté crear una vida nueva, bastarme de los encuentros efímeros que la ciudad me regalaba, despertarme con ojos nuevos cada mañana. Intenté rechazar el aburrimiento cotidiano del sedentarismo. Pero, mis intentos fueron vanos. Te mentí. Una vez más.

Una vez más me mentí a mi misma diciéndote que me quedaría por tu amor, enviando mi currículo a empresas que no me interesaban, diciéndote que me quedaría a vivir acá, contigo, con Ustedes, para siempre. Una vez más nos engañé sin querer. Una vez más miré al mapa, el pasaporte abierto y soñé con nuevas aventuras. Allá.

Te amo. Te quiero. Pero a él, lo tengo en la sangre. Lo necesito.
Necesito despertarme en lugares desconocidos. Necesito perderme en calles de barro. Necesito dormir en camas rotas, probar el licor de hormiga de la Amazona, cantar a la puesta de sol, bailar en el sudor de una mañana olvidada. Necesito sentir el polvo rojo en mi pelo, escuchar la tormenta en el río, vivir acá y allá aventuras secretas, íntimas, públicas. Necesito sentir pánico cuando me subo al avión, perderme en el insomnio de la partida, vivir encuentros efímeros y amores imposibles. Lo necesito. No puedo vivir sin eso.

Lo sé, es una droga. Es MI droga. No, no es de aquellas drogas suaves que se derriten en el café caliente, no es tampoco de esas drogas que se compran en un callejón oscuro.
Mi droga es encantadora. Es exótica, turquesa como el glaciar, blanca como el arena. Mi droga tiene olor a parafina y sabor a aventura. Cada mañana mi droga me despierta con sorpresas por vivir. Corrompe a mi curiosidad regalándole lo inesperado. Está acá. Está allá. Me espera. Un clic, un dedo levantado, un paso hacia el Sur y la siento correr en mis venas. Juntas, volamos hacia nuevos horizontes.

Mi droga es el viaje.
La peor de todas ? La mejor, sin duda.

Es el viaje que me impide quedarme. Es su culpa si hoy te quiero pero me voy. Una vez más.

No sé si podrás entenderme. Un día quizás. Nunca tal vez.
Escucho al susurro de tu tristeza gritarme que uno decide viajar, un viaje se planifica. Escucho a tus ojos verdes cantarme sueños sedentarios. Escucho a tu perplejidad explicarme que un viaje se elije, no se sufre.
Tal vez tengas razón. Una vez más.
Tal vez este inventando una droga llamada “viaje” para no admitir que soy incapaz amar(te) lo suficiente como para quedarme. Quizás regale a los drogadictos la excusa de no ser egoístas. Quizás les regale la excusa de estar enfermos de un amor inmaterial, vivido, sensitivo, sensacional. Gritándole al mundo que SOY ADICTA AL VIAJE, me quito la responsabilidad de la elección, de la decisión, de las ganas de quedarme para verte sonreír, verlo crecer, amar(nos). Tal vez. Quizás.

A pesar de tus suspiros y silencios, cada nota regalada a la cotidianidad de la estabilidad hace implotar mi corazón. En cada latido de pestaña, se escapan mis ganas de regalarle una sonrisa a un desconocido, saborear un pan indio, escalar montañas rusas, bailar aquel tema que se canta allá.
Cada palabra escrita me acerca a un viaje, a un tren perdido, a un bus boliviano, al miedo de perderte. Una vez más.
Cada lágrima tuya me parte el corazón, me recuerda todo lo que no viviré junto a ti si me voy. Todo lo que no viviré si me quedo junto a ti.

Te quiero pero me voy. Me voy sin conocer a tu hijo. Me voy sin saber si podré volver para tu matrimonio. Me voy dejando atrás mío todos los recuerdos que no compartiremos.

Lo sé, me quieres, pero no soy la amiga que llamarás cuando tus viejos se divorciarán. No me invitarás a tomar una chela lluviosa para olvidarnos del invierno eterno. No esperarás mis abrazos para arreglar tu corazón roto. No marcharás conmigo a favor de un mundo mejor.

Me quieres. Me quieres tanto que me dejas ir. Una vez más. 
Sin reproche. 
Sin promesas de reencuentro, me dejas vivir mi droga.

Hoy no sé si pedirte perdón o agradecerte.
Lo siento irme.
Gracias por despedirte.

Nos volveremos a ver y habrás crecido. Habrás amado, bailado, tomado, reído y tal vez hasta engordado. Nos volveremos a ver y habré engordado, bailado, tomado, reído y tal vez hasta amado.
A lo lejos escucharás los nombres de mis amores efímeros. Perdidos en sonoridades extranjeras, inventarás sus rostros. Ellos conocerán nuestra historia, nuestras alegrías, nuestras lágrimas, nuestras aventuras y nuestro amor, nuestra amistad más potente que todas las distancias que siembro acá y allá.

Hablaré de ti, mi amiga, mi hermano, mi madre. Hablaré de ti querida viajera que no veo desde hace años. Hablaré de ti mi hermano de corazón, el músico cuya guitarra ritma mis palabras. Hablaré de ti, el enamorado que abandoné. Hablaré de ti a quien amo, a quien quiero de amores tan únicos como nuestras relaciones. Hablaré de Ustedes, lo que se quedan, los que cruzaron mi camino hasta el olvido, hasta haber creado un hogar mio en sus sonrisas lejanas.

Lo sé, me quieres.
Lo sé, te quiero.
Lejos pero tan cerca a la vez. Acurrucado en un rincón de mi corazón eres una de las raíces que me mantienen en Tierra firme.
Porque sí, te quiero. Te amo. Te quiero y te amo pero me voy. Una vez más.

Me voy y es porque te amo y te quiero que siempre volveré, aunque sea el tiempo de un abrazo demasiado efímero.

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